Dos hombres miraban a las estrellas, uno le dijo al otro:
-Me gusta estar aquí a tú lado y mirar el color azul de las estrellas-, el otro le contestó:
-A mí también me gusta tú compañía, aunque las estrellas no son azules, sino blancas-
El primero dijo alzando un poco la voz:
- pero, ¿cómo van a ser blancas?, ¿estas ciego?, son azules, cualquiera lo puede ver-
- tú eres el ciego, son blancas como la nieve, eres realmente estúpido-.
El otro cogió un puño de tierra y lo aventó hacia su compañero: “¡tú eres el único estúpido!!”. El compañero le dio un manotazo y le dijo: “estúpido tú padre”, empezaron a golpearse y terminaron sangrando.
El primer hombre cogió un tronco grueso golpeándolo contra las piernas del segundo, el segundo cogió una piedra grande y se la tiró a la cabeza, estuvieron así hasta que uno de ellos quedó inconsciente en el piso. La mujer de uno de ellos al ver aquél panorama salió gritando por las calles del pueblo: ¡Se están matando! Los familiares y amigos de unos y otros intervinieron en la trifulca, esa noche el pueblo entero salió a las calles.
La lucha duró semanas y meses y años, otros pueblos de la zona se iban uniendo a la batalla, la voz se corrió y la gente se acercaba armada hasta los dientes, incluso se diseñaron nuevas formas de ataque, algunos empezaron a idear estrategias para provocar o asesinar al otro, la gente sólo se unía para pensar en cómo embestir al contrario. Hubo algunos que empezaron a vender inventos para desafiar al contendiente, otros se autonombraban representantes y convencían a las personas para unirse a su bando, así que empezaron haber funciones y cargos y puestos y lugares de ataque, unos más enseñaban a sus hijos desde pequeños a atacar y les daban pequeñas espadas de madera para que los niños supieran matar desde sus primeros pasos.
Se dieron cuenta que había momentos en que para seguir atacando había que comer o dormir o procrear porque sino se quedaban sin abastecimiento para la revuelta.Dos años más tarde el pueblo había desaparecido, las poblaciones aledañas estaban en ruinas, aquella discusión había provocado las iras de unos y otros, los vecinos, familiares y amigos habían terminado por asesinarse unos a otros, la población seguía con rabia y se turnaban por atacarse mutuamente.
Y nadie recordaba qué había iniciado el odio, sólo sabían que odiaban. Sólo sabían que el otro era siempre el culpable de sus desgracias, que había que vengar la muerte con muerte y la tiranía con más tiranía, el horror con el horror, y la injusticia con más injusticia.
Alguien un día dijo que había que terminar, y algunos estuvieron de acuerdo, pero había ya tantos que odiaban que poco después dijeron que no tenía caso terminar, algunos no recordaban cómo era su vida antes de la disputa, otros decían que sí, luego que no, que no servía de nada y entonces surgieron de nuevo las peleas y los golpes, el odio y la venganza… y …
Esta es un estúpido relato sin final que cuenta lo estúpido que fueron dos hombres, y tres y cuatro y todo un pueblo y todos los demás que empezaron por admirar el color de las estrellas y terminaron por no volver jamás a observarlas.
Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.