sábado, 17 de mayo de 2008

Euri


Lluvia. ¿Cómo es posible que un día de lluvia tenga este efecto?. Todos los días de lluvia haciéndose uno en la memoria. El chipi chipi, el color verde a nuevo, el brillo de las luces en las aceras, el murmullo de los charcos cuando los coches los pisotean, las mujeres cuidando su peinado, probar las gotas con la boca abierta hacia el cielo, las katiuskas esperando en la puerta, el color a sucio en la nubes, la risa de los relámpagos, la candencia de las hojas dejando caer una chispa, los paraguas golpeándose impávidos, las orillas del pantalón empapadas, la niebla previa, el txirimiri rodeándolo todo. Y de repente, el silencio. Tipi, tapa, tipi, tapa…
Ayer extrañé mucho Bilbao. Fue un día raro, lindo, un día de nubes y humedad en esta la ciudad del sol. Luego, cena con un montón de gente y casi todos desconocidos, un día de charlas interesantes, juntas innecesarias, abrazos espontáneos, llamadas intrépidas, lunares en los ojos, pero sobre todo lluvia, mucha lluvia.
Estamos listos para viajar a Maruata en Michoacán. Dos semanas más. Nos vamos a tomar más sol… como si no fuera suficiente, a probar el Pacífico, con sus olas grandes y sus playas almidonadas.
El próximo martes nos vamos a Cd.Juárez y al Paso, Tx. Vamos a hacer unas encuestas para un estudio sobre migración y pobreza, un estudio que se está realizando en otros 8 países latinoamericanos y también con España. La idea es entender la pobreza, desde la pobreza, para poder actuar en consecuencia con indicadores válidos. No sé si esto será posible, pero es la idea. Voy con un grupito de alumnos, no saben qué maravilla de gente, sigo sintiendo que no los merezco, que soy infinitamente afortunada.
Ahora, el día está radiante, pero aún quedan rastros de la lluvia de ayer, de los recuerdos de días nublados y callejuelas húmedas. Los echo de menos.