lunes, 19 de marzo de 2007

Mira el Tren



Soy de las pocas de mi generación que en México pudo viajar en un tren de pasajeros. Cuando era niña veíamos un tren y cantábamos, “mira el tren, mira el tren”. Ver pasar un tren de pasajeros era un suceso y una suerte. Si pasabas debajo de un puente al mismo tiempo que pasaba el tren tenías buena fortuna. Antes de que desapareciera el tren de pasajeros que iba de Cd. Juárez al DF, mis padres decidieron que iríamos toda la familia en tren hasta la capital. Lo hicimos, 72 horas y pico de aventura.

Me acuerdo de dormir escuchando el vaivén de la locomotora, despertar y hablar con el resto de pasajeros, dejar los zapatos por la noche en un pequeño cajón y al día siguiente recogerlos “boleados”. Me acuerdo de parar en los poblados pequeños y comprar lonches y burritos en Creel. Mis recuerdos llegan de madrugada, la misma que arropaba al tren cuando salimos de Chihuahua y hacía un fresco mañanero.

Todo esto que cuento se debe a que estoy leyendo un libro que me despertó esa historia perdida de cuando tenía 11 años y viajé en tren. Es un libro muy mexicano, muy nostálgico, sobre todo muy duro, es de Elena Poniatowska y se llama: “El tren pasa primero”. En el libro la autora trata rescatar a uno de los últimos líderes sindicales de verdad, Demetrio Vallejo (Trinidad en el libro), convertido en personaje de novela pero también en símbolo de una época en la que la esperanza de condiciones dignas en la labor obrera y en la lucha sindical aún existían en nuestro país.

Aquí en Europa el tren sigue siendo un medio de comunicación y transporte de uso cotidiano, por lo que el no tenerlo les sonará a chino. Nosotros, en México, perdimos esa valiosa herramienta de trabajo y desarrollo por ceder ante los gobiernos extranjeros y nacionales que se preocupaban por la era Ford, que por cierto nos llegó aplastante…

La lucha de los ferrocarrileros y su huelga nacional (1958-1959) se han ocultado de la historia de nuestro país pues sus reivindicaciones siguen vigentes. El oaxaqueño Demetrio Vallejo ha sido injustamente olvidado, un hombre incorruptible que luchó con dignidad hasta ser encarcelado y permanecer en Lecumberri por más de 11 años. Un hombre que vivió el tren hasta sus últimas consecuencias... que triste que estaría Demetrio sabiendo que el tren de pasajeros en México es ya sólo un recuerdo nebuloso...


“erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido llegan los carros cargados de azúcar del ferrocarril...”.

Foto: Ferrocarrileros conducidos a Lecumberri (1958) Disponible en: www.fractal.com.mx/F5monsiv.html

lunes, 5 de marzo de 2007

Atom,Burbujas y Strobe


No sé si era que estuvimos viendo burbujas flotar por el escenario, una ola de olores a tabaco y maría, las cervezas a ritmo mexicano o las luces parpadeando con cada bombo, la verdad creo que lo bueno de los Atom Rhumba era principalmente su ingenio, su energía y la buena compañía con la que pude disfrutar de su concierto.
Hace una semana estuvimos en el Kafe Antzokia, un sitio en donde se presentan, según mi muy subjetivo criterio, muchas de las mejores bandas locales e internacionales que he escuchado. Es un sitio que me agrada mucho, no sólo por los conciertos, sino porque se come bien, era un pequeño teatro lo que permite más proximidad con el evento, tiene una diversidad de actividades muy atractivas (desde danza, clases de euskera, cursos variopintos o exposiciones) pero sobre todo porque en este sitio siempre, siempre, me la paso muy bien.
Aquí nos hemos deleitado con espectáculos que van desde conciertos de los Cheb Balowski, Vicente Feliú, Tok Tok Tok y hasta los Skatalites, el próximo sábado vamos a ir a ver a los Tennessee Three. Pues sí, de todo como en botica…
El concierto pasado no fue la excepción. Ya de entrada empezó muy bien con los Ginferno, un banda madrileña que fungió de apertura, luego los Atom Rhumba que nos hicieron levantar los brazos y gritar emocionados (sí, así como en la secun), lo que cerró con broche de oro fue nuestro zigzagear hasta casa, cansados pero felices.
Creo que por eso le tengo cariño al Kafe porque por unas horas, en ese pequeño espacio, puedes mover el esqueleto y olvidar que allá afuera es otro cantar…